EFECTOS DE LA METEOROLOGÍA EN LOS OJOS

La meteorología, el calor, frío, viento, humedad… son algunos fenómenos que pueden perjudicar, y de hecho perjudican, a nuestros ojos. Dependiendo de la estación del año, la zona donde vivamos, la actividad que realicemos y donde… destacarán unos más que otros.

Los ojos, aunque es cierto que resisten bien las agresiones externas, son delicados. Cualquier cambio debido a algunos de estos agentes meteorológicos altera los elementos más externos del globo ocular, provocando síntomas como enrojecimiento ocular, sensación de cuerpo extraño, sequedad ocular o malestar ocular, entre otros muchos, que no son nada deseables y que conviene evitar.

Empezaré hablando de la humedad, ya que podría ser de los fenómenos que más influye sobre el estado y bienestar ocular.

Hay que tener en cuenta el efecto que tienen las calefacciones o aires acondicionados sobre la humedad, y por ende, sobre nuestros ojos: en invierno, las calefacciones, al aumentar la temperatura, llevan consigo una reducción de la humedad.

Se ha demostrado que un ambiente muy seco tiene una serie de efectos negativos sobre la superficie ocular; La tasa de evaporación de la lágrima aumenta y la estabilidad lagrimal empeora bastante. Esta propiedad nos permite conocer si la capa lipídica (grasa) de la lágrima tiene la calidad suficiente para mantener la estabilidad de la película lagrimal y evitar que la evaporación sea demasiado rápida. También la producción de lágrima disminuye.

Por otro lado está el uso, en verano, de aires acondicionados: si la temperatura baja, la humedad sube. Y el exceso de humedad no es para nada confortable.

Los ambientes secos son ambientes hostiles para los ojos: irritan los ojos e incluso pueden empeoran la visión. Es por ello que hay muchos profesionales, como oficinistas, pilotos o azafatas, que se han quejado de malestar ocular en sus lugares de trabajo.

Y es peor aún si se es usuario de lentillas. Por ello está recomendado usar lágrimas artificiales.

La temperatura también es muy importante, y de hecho es bastante estudiada. Por ejemplo, excesivo calor, superior a los 34º C de la lágrima, puede afectar negativamente a los ojos, haciendo que la tasa de evaporación lagrimal aumente, pudiendo favorecer la aparición o agravación de ojo seco. Llevar lentillas blandas también aumenta la temperatura de la superficie ocular, así como la tasa de evaporación.

Además, el calor puede favorecer la aparición de conjuntivitis.

En cuanto al frío, también puede llegar a convertirse en un “enemigo ocular” y provocar molestias. Algo bastante común es tener los ojos llorosos en un día de mucho frío y viento, como respuesta al desecamiento de la superficie corneal. Además, se ha demostrado que a bajas temperaturas las glándulas de Meibomio, que son las que aportan grasa a la lágrima para darle estabilidad y consistencia, no funcionan correctamente. Se reduce la secreción y esta se vuelve más espesa de lo que debería, por lo que no se reparte adecuadamente sobre la película lagrimal, favoreciendo la sequedad ocular.

El viento fuerte también es perjudicial para los ojos, ya que arrastra gran cantidad de partículas (polvo, arena, contaminantes…) directamente a ellos. Además también provoca una mayor evaporación de la lágrima.

Para las personas que sufren de ojo seco no es nada conveniente el viento excesivo, el cual además puede favorecer, junto con la radiación ultravioleta del sol, la aparición de pterigion. Por lo general es aconsejable evitar exponer los ojos a fuerte corrientes de aire, como en días ventosos, o incluso al chorro de aire de un ventilador o al aire acondicionado del coche dirigido directamente a la cara. Unas buenas gafas de sol mitigarán, en gran medida, todos los problemas anteriores.

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